Un pequeño castillo de estilo romántico francés se asoma solitario entre los árboles del bosque Cuauhtémoc. Se construyó en 1897 en el centro de un terreno triangular, donde vivieron algunas familias morelianas hasta 1971, cuando es adquirido por el Gobierno del Estado y se crea una galería de arte contemporáneo para la ciudad de Morelia, abierta por primera vez el 30 de septiembre de ese año.
En 1984 se presenta una grandiosa exposición de dibujo, pintura, grabado, cerámica, escultura y tapiz del artista muralista michoacano Alfredo Zalce Torres. Para 1993, se le otorga al museo, a manera de homenaje, el nombre de ese artista patzcuarense, Alfredo Zalce Torres, y queda desde entonces una exposición permanente de su obra en la sala principal de la planta alta del museo.
Si vienes a Morelia, no puedes perderte una visita al emblemático Museo de Arte Contemporáneo Alfredo Zalce, anímate a recorrer su amplio y relajante jardín, acuéstate a observar el cielo entre las esculturas que te observan con su inmovible calma.
Deléitate con la maravillosa construcción que alberga una parte de la tan interesante y riquísima obra del muralista Alfredo Zalce, más una prometedora exposición de magníficas obras de arte que van renovando constantemente y que valen mucho la pena. Artistas de diferentes partes del mundo han tenido, y buscan tener, un lugar entre las paredes del Museo.
Es ideal para disfrutar con la familia en una tarde de domingo, para ir el viernes por la tarde con tu pareja, o para visitarlo en compañía del que ves en el espejo. Deja que sus paredes te envuelvan entre el pasto verde, y verás cómo las reflexiones internas salen a flor de piel. Ven a disfrutar también de los múltiples eventos culturales que se llevan a cabo semana tras semana en el interior del inmueble.
Entra en el museo, respira el olor del arte mismo, deja que tus zapatos se enamoren del crujir de las maderas del piso. En cada escalón, guarda un recuerdo; en cada pared, cientos de historias; en cada trazo, un sentimiento; en cada cuadro, un alma, y en cada luz intermitente, una puerta entreabierta que te llama desde adentro…