Orígenes de la tradición del Día de Muertos en México

Orígenes de la tradición del Día de Muertos en México

Escrito por
@NR

Para muchas culturas, morir no es dejar de existir. Los muertos pueden dejar sus despojos, pero su esencia recorre un viaje por lugares peligrosos y desconocidos. También pueden regresar a la tierra a hacer travesuras o maldades, a cuidar o convivir con sus queridos vivos. En México se fusionaron las tradiciones mortuorias católicas con las prehispánicas para crear una tradición que en noviembre del 2013 la UNESCO declaró Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad.

En cada región del país, la tradición se expresa de diferentes maneras durante un par de noches en que las puertas del más allá se abren: vivos y muertos disfrutan juntos una fiesta nocturna. Como se hacía en el México prehispánico, los familiares colocan altares en sus casas o en las tumbas, y les preparan a sus queridos finados comida, les llevan bebidas, juguetes, fotos, les encienden luces (velas, cirios, veladoras) y, en algunos lugares, lavan sus osamentas.

Más allá mexica

Los mitos alrededor del más allá son profundos y fascinantes. ¿A dónde vas a ir cuando te mueras? Para los mexica, eso dependía de la forma en que lo hacías. Si era de enfermedad en general, irías al Mictlantecuhtli a rendir tributo a Mictlan, el señor de los muertos, y a su esposa Mictecacíhuatl. Si morías a causa de rayos o agua, lepra gota, sarna, hidropesía, o habías sido un niño sacrificado a los dioses, pasarías tu otra vida en el Tlalocan, en compañía de Tlaloque, diosecillos del agua. Al Omeyocan, la Casa del Sol presidida por Huitzilopochtli, sólo entraban los guerreros y las mujeres muertas durante el parto, guerreras ellas también por haber tomado la vida de su hijo; después de cuatro años, estas almas regresaban a la tierra convertidas en pájaros. Si hubieras sido un niño muerto antes de tu consagración al agua, irías al Chichihuacuauhco, donde un árbol te alimentaría con leche a través de sus ramas; en caso de que la humanidad se acabaran en la tierra, regresarías a repoblarla.

Los muertos enfrentaban una larga jornada. Tenían que atravesar el viento de navajas (itzehecayan); pasar entre montañas que se cerraban a golpes; cruzar tierras desérticas y un río; enfrentarse con animales feroces; engañar al jaguar que quería devorar sus corazones, dándole la piedra chalchihuitl en su lugar. Una vez llegados, debían entregara Mictlantecuhtli una manta, papeles, manojos de tea y tiras de ocote.

Ceremonias

¿Sabes cómo eran las ceremonias de muerte para los mexica? En todas ellas estaban las representaciones de Huitzilopchtli, el dios tribal, y de Chalchiuhtlicue, la de la falda de serpientes, diosa de la tierra y el agua. A los muertos principales, los envolvían en quince o veinte mantas. Se les colocaban en la boca una piedra jade que representaba al corazón, les ponían una máscara y adornaban sus cuerpos con símbolos del dios principal del lugar. Les cortaban cabello de la coronilla. Luego los cremaban con ocote y copalli. Sacrificaban esclavos para ellos. Mataban un xoloitzcuintli de tono anaranjado para que, llegado el momento, guiara al muerto y lo cruzara el río Chicunahuapan, camino al Mictlan. Más tarde, se podía ya hacer una caja en la que colocaban los cabellos previamente cortados (que simbolizaban los pensamientos), el jade y las cenizas, a veces amasadas con sangre humana.

Se podían hacer pequeñas esculturas de madera o piedra del muerto. Ante esa caja, durante cuatro años, se realizaba la quitonaltia (ofrendas), que consistía en sacrificar codornices, conejos, aves, mariposas, y ofrecerles comida, pulque, flores, tabaco e incienso.

A los mercaderes, se les enterraba con sus joyas, vasijas, plumajes, pieles de venado y jaguar. A los no principales se les quemaba sentados en cuclillas, con leña que era colocada alrededor del cuerpo. Si eran jóvenes, se les enterraba con tamales, frijoles y cacao porque necesitaban comer mucho, pues aún les faltaba crecer, se les ponía papel en la espalda y, para que comparecieran bien vestidos ante el señor de la muerte, se les colocaba un penacho de papel. Las mujeres jóvenes eran encomendadas a Atlacoaya, diosa del pulque y las aguas oscuras.

Sincretismo

Las celebraciones de muertos se conmemoraban a lo largo del noveno mes del calendario solar mexica, Tlaxochimaco (la ofrenda de flores), dedicado a Huitzilopochtli y que corresponde a agosto. Como el 1º. de noviembre la Iglesia católica celebra a los muertos que ya lograron salir del purgatorio para irse con Dios (el Día de Todos los Santos), y el 2 de noviembre conmemora a los Fieles Difuntos, que están purificándose aún en el purgatorio, la población indígena novohispana fundió todas las celebraciones.

Sincrético como siempre, en México se ha adoptado también la tradición sajona del Halloween, que recuerda entre otros a Samhaim, festividad del dios druida que con su hoz siega y prepara el campo para la nueva cosecha. Del 31 de octubre al 2 de noviembre, podemos ver en las calles de México a niños y jóvenes representando momias, brujas, calabazas, calaveras catrinas, pidiendo calaverita o demandando trick or treat.

Los mercados y centros comerciales venden cráneos azucarados con nuestros nombres. Las plazas y lugares públicos se llenan con adornos de papel picado, cempasuchitl, cruces y olor a cirios y al viejo copalli nahua. Hay gente que reza en iglesias y panteones por la felicidad de sus muertos, por su descanso, por su regreso. ¡Viva la muerte!

Fotografía de portada:
Cristian Newman, , en*Unsplash* .
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