México, en el ombligo del Centro Histórico

México, en el ombligo del Centro Histórico

Escrito por
@mauromendoza

La ciudad de México-Tenochtitlan se fundó allá por el año 2-casa (que según nuestra cuenta es el año 1325) en el centro del lago de Tetzcoco, en un pequeño islote que, cuentan, nació del corazón de Copil tras haberle sido arrancado en vida. Sobre sus ruinas descansa ahora el Centro de la actual Ciudad de México, pues Cortés (como don Rodrigo Díaz de Carrera, el adelantao) tuvo el buen tino de fundar su ciudad en el centro de una ciudad que ya estaba establecida.

Junto a la Catedral Metropolitana, muy cerca de la casa de Juan Pablos (donde se instaló la primera imprenta de este lado del Atlántico), se asoman ahora las fases constructivas del Templo Mayor. Éste evitó ser descubierto por el arqueólogo Manuel Gamio quien, en medio de las fiesta de las balas de la Revolución Mexicana, tuvo tiempo de buscar una de las partes laterales del templo; sin embargo, fue años más tarde que unos macehualtin de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro, en plena construcción de la Línea 2 del Sistema de Transporte Colectivo Metropolitano (Metro pa’los cuates), encontraron bajo tierra el cuerpo desmembrado de Coyolxauhqui, situado a los pies del adoratorio que los antiguos mexicanos habían construido para Huitzilopochtli y Tláloc.

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Tras años de proyectos de excavación, dirigidos por el arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma, ahora, en las antiguas calles de Guatemala y Argentina —que ya no hacen esquina—, se pueden visitar los restos del Templo Mayor. En el museo de sitio, construido para albergar los descubrimientos arqueológicos del lugar, se puede apreciar el cuerpo de la Coyolxauhqui, desmembrado por su hermano Huitzilopochtli inmediatamente después del nacimiento de éste y tras haber reducido a estrellas a sus otros cuatrocientos hermanos, los centzonhuitznahuac. Probablemente a causa de este mito se ha relacionado a la Coyolxauhqui con la luna.

Si retomamos esta idea, y en tanto que el Templo Mayor era el centro de México-Tenochtitlan, el axis mundi de la representación del Anáhuac (que es lo que está rodeado por el agua), es probable que pensemos que México había sido fundado en el ombligo de la luna, sobre el cuerpo de Coyolxauhqui.

Es verdad que una de las etimologías más conocidas para el nombre de México es en el ombligo de la luna. Según esta idea, México debería estar compuesto por las palabras metztli, luna, xictli, ombligo, y el sufijo -co, que indica locación; de tal forma que el verdadero nombre de la ciudad tendría que ser metzxicco. Probablemente esta etimología sea, sobre todo, nuestra lectura romántica de lo imponente que la ciudad debió haber sido cuando los españoles la vieron desde lo alto, una maravilla salida del libro de Amadís, como dijo Bernal Díaz del Castillo.

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Sin embargo, no hay consenso entre los estudiosos sobre la veracidad del significado de México. Es opinión de quien esto escribe que el nombre está relacionado más con el de uno de los sacerdotes que guió a los aztecas en su salida de Aztlán, Mecihtli (liebre de maguey), quien se encuentra representado hoy en el símbolo de la estación Mexicaltzingo de la línea 12 del Metro.

La importancia del nombre mecihtin se debe a que éste es el título que les proporcionó Huitzilopochtli a los aztecas tras su salida de Aztlán y su paso por Chicomóztoc, las siete cuevas míticas de donde provienen muchos de los habitantes del Centro de México. A su llegada al lago, habrían fundado la ciudad de Mexihco, ya con una -sh-, y de ahí obtendrían los habitantes su nuevo nombre: mexihcatl.

Dos entidades recibieron el nombre de México en la época prehispánica. La primera de ellas fue México-Tenochtitlan, que en su nombre recuerda también a uno de los caudillos más importantes de la historia mexica: Tenoch. Etimológicamente el nombre remite a un lugar rodeado de tunas redondas. El segundo lugar que recibió este nombre fue una ciudad, hermana: México-Tlatelolco.

Como buenos hermanos, Tlatelolco fue la rival de Tenochtitlan hasta su sometimiento en el siglo XV. A partir de entonces, el nombre de México ha sufrido un proceso de expansión semántica: denominó a la Ciudad novohispana (que también se fue expandiendo, sobre todo en el siglo XX), al estado aledaño y al país. Pero el verdadero México tiene su ombligo en las baldosas del Centro Histórico, obligado lugar de visita para cualquiera que llegue a la Ciudad.

Coyolxauhqui
Mike Peel, en Wikimedia Commons, CC BY-SA 4.0.
Templo Mayor (reconstrucción)
Wolfgang Sauber, en Wikimedia Commons, CC BY-SA 3.0.
Fotografía de portada
DenyDenisse, en Wikimedia Commons, CC BY-SA 4.0.
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